Con el frío

BE escriu · desembre 2015

1976. València
Professor de literatura i creació literària

Obra publicada
Cosas que nunca ocurrirían en Tokio, 2009
Niños rociando gato con gasolina, 2009
Mapa desplegable del laberinto, 2011
El aprendiz de héroe, 2009

Amb el col·lectiu Hotel Postmoderno
Hotel Postmoderno, 2008
De La Habana un barco, 2010

Podeu trobar la seua obra a…
Llibreria Gaia
Llibreria Primado

 

L’hivern roman. De sobte, els animals fugen cap al nord, on estan ocorrent es- tranys fenòmens que els científics no són capaços d’explicar. O tal vegada no fugen: es disposen per a l’atac contra alguna cosa intangible, una amenaça sense nom. Potser amb milers de noms trets dels vells mites, els contes infantils i els terrors nocturns. Un vaixell antic de nom Esperanza és enviat cap al nord amb homes, dones i xiquets de totes les races i nacionalitats. Alguns diuen que és una arca. Altres diuen que són ambaixadors. Altres creuen que no són sinó ofrenes. No saben qui o perquè, però ofrenes.

Con el frío és una novel·la que reflexiona sobre el coneixement, la veritat i la complexa xarxa que tix aquest món hipercomunicat i, al mateix temps, autista, tancat en les seues pròpies definicions i complexos. Les diferents mirades que componen aquesta història s’uneixen, entrecreuen, competeixen o discorren paral·leles per a descobrir-nos un món –de sobte estrany, inexplicable amb les velles creences– necessitat de respostes que li permeten continuar avant. Global i al mateix temps miop, incapaç d’alçar la mirada més enllà.

Vols llegir un fragment de l’obra?

Fui yo. La escribí yo. Como si eso importara. Qué más da. Todas las cartas de amor son la misma carta. Incluso me atrevería a decir que todas las cartas de amor son la misma primera carta de amor. Con las notas de suicidio pasa exactamente igual. Cambian detalles. Cambian matices. Cambian excusas. Pero es la misma carta en el fondo. Porque si quitamos los detalles, los matices y las excusas que nos mentimos para tranquilizar nuestra conciencia o transmitir una buena imagen de nosotros mismos, todos somos exactamente iguales. Otros nombres. Otros peinados. Pero exactamente iguales en el interior. Así que, ¿qué importa quién la escribiera? Fue todo demasiado estúpido. Por eso lo hice. Vi cómo el viento se llevaba la bufanda de la joven y esta quedaba enganchada en la barandilla del puente de Cambie Street, sobre el parque Coopers. Vi cómo se inclinaba para cogerla y cómo caía al vacío. Fue ridículo. Corrí hacia el lugar y me asomé. La joven estaba boca arriba sobre la hierba húmeda. Tenía la bufanda agarrada. Al menos ha conseguido la bufanda, me dije. No sé por qué mi cabeza formuló esa broma macabra. Era de noche y el parque estaba vacío, así que yo era el único que había visto lo ocurrido. Le grité desde arriba: ¿Estás bien? Varias veces. Al final me decidí a bajar. Tenía el cuello roto. Me sentí culpable por haber sido testigo de una caída tan idiota. Mi mirada convertía su muerte en algo humillante. Habría sido mejor morir sin que nadie lo advirtiese. De forma íntima. Misteriosa. Ser encontrada por algún corredor, a la mañana siguiente, envuelta en el rocío.

Iba a llamar a la ambulancia cuando se me ocurrió. Que nadie debe morir así. Que la muerte es un momento demasiado importante como para dejárselo al azar. Por eso cogí el móvil que asomaba del bolsillo de su chaqueta y escribí aquella nota en él. Una nota de suicidio que otorgase cierta dignidad a su final. Una nota inconcreta, sin referencias personales. Plagada de tópicos porque, no nos engañemos, no hay más de cinco o seis emociones reales. No hay nada más allá de unos cuantos lugares comunes repetidos hasta la extenuación.

Alberto Torres Blandina