Comotecontaba

BE escriu · estiu 2015

Comotecontaba
Historias para mojar en la leche

 

Villa Hidalgo

Como te contaba, un ruidoso aroma a café refumaba el extrarradio de villa Hidalgo. Desde lo lejos se avistaba una descomunal Cafetera industrial que ali- mentaba a todos sus habitantes, una vez llamados “hidalgos”, ahora mal llamados “cafeinómanos”.

Había acudido allí casi por azar. Tomó a Viento por brújula, y fue él el que le lle- vó a seguir el rastro de una inusual nube marrón dilatada hasta su origen. Mmm… pero qué bien olía.

La ciudad entera parecía una gran máquina interconectada por engranajes, im- pulsados por la corriente del río de café. Pero lo más curioso era la gente… y los perros…y los pájaros y las plantas. Todos parecían alterados, excitados, y agotados.

¡Ups! mi turno en la cola.
-Un café, por favor.
-Lo siento, no tenemos eso. Aquí solo vendemos “descafé cafeinado”.
-Ah pues…
-¡Dese prisa, o es que no ve la demora que hay!
-Póngame uno… de eso.

Pegó un trago y ¡Santo Dios! se retorció para sacudir la amargor de su cuerpo. Aquello no era más que un tinte parduz- co, desaborido y aguachado. Ingenuo de él, tragó el resto del “descafé cafeinado” dispuesto a marcharse de aquel insólito lugar. Dos millas más tarde, una nece- sidad insana de regresar a por más caldo caferoso invadió su cuerpo. Al parecer, no iba a ser tarea fácil marcharse de allí.

El ágora de Letrina

–¿Acaso no es demagogia acusar de de- magogia?– mayeutizó el profesor Letrina a sus alumnos en su clase de filosofía polí- tica. A la mayoría de los pupilos presentes nos convenció aquel “sofismo” de mierda tan sofisticado. El profesor Letrina era muy hábil a la hora de persuadir; nunca afirmaba o desmentía algo sino que lan- zaba la pregunta activando los pequeños cerebritos.

–¿O es demagogia lo anteriormente di- cho?

¡Ahí está! Decir que era demagogo el acu- sar de demagogia era, curiosamente, de- magogia. Ahora lo veía todo claro.

A la mañana siguiente, el maestro nos lle- vó de excursión al ágora pública. Allí los ciudadanos se reunían para discutir sus leyes y decidir el futuro político de su ciu- dad, el cual solía depositarse en manos de aquellos que mejor dominasen la oratoria, el arte de convencer.

Letrina decía que hoy en día, todo el mundo tenía en su casa un ágora donde practicar. Bastaba con sentarse flexionan- do las piernas y flexionando la mente. El hecho de flexionar dos veces seguidas se llamaba “reflexionar”. Era algo sano e in- nato, decía; y recomendaba hacerlo al me- nos una vez al día. Estaba en la naturaleza del ser humano y aunque para algunos era una bendición, para otros resultaba ser una condena. Mejor o peor, todo el mundo lo hacía. Entonces supe que to- dos, en cierto modo, éramos políticos desde la cuna.

Rubén Tormo Gómez

També pot interessar-te