Pragma

Benimaclet escriu · gener 2015

Gonzalo Lagos

1979. Argentina
Viu a Benimaclet des de fa 17 anys

Taller de Poesia
Esperanza Vives i Mendel. Dirigit a tots i totes els que desitgen aprendre i emprendre l’ofici de l’escriptura.

Quota de soci Escuela Meme – 10€/mes

Escuela Meme

C/ Poeta Ricard Sant Martí,
17 Dilluns 19:00-20:00
facebook.com/escuelameme.benimaclet escuelameme.com

(…)Entre ustedes veo el principio, mi in- timidad también son ustedes, porque al labrar los alimentos sucedo en mi voz, litúrgico del silencio que camina en las palmas de mis manos hacia la estrechez del cuero que me convoca, recíproco y cándido amuleto llamador de muerte y sol.

Lo inaugural me conduce al ramaje de raíces, hacia los pozos inscriptos desde los pechos concéntricos, porque al tallar la flor de la vida en la madera me han de marcar sus cuchillas, el tramo que agrieta la espalda de los memoriosos, nichos que buceo en el papel escrito, un principio de carbón, visible e inalcanzable, como una célula fértil y caprichosa.

Y pese a dilatar mi memoria a soplos, su contención se rompe entre raíles y alcantarillas que suceden, como suceden los temblores en las huellas y en el polvo noc- turno, donde busco morir o matar.

Subo junto al universo las sierras en la noche, terrenal y contagioso como la fiebre en la lluvia donde enfrío mis venas y suspendo la fertilidad para mirar el espejo, y decidir, que soy al querer de un pozo y al griterío de los caballos humanos, al patio que atado a una soga rueda de día en el aljibe. Soy parte del ruedo de una mujer que cuida exiliar su corazón y llegar a la alameda, para dormir nocturna los ven- tanales en el océano de mi boca torrencial de peces.

Me reconozco en el ataúd de un potro bajo el sol, porque soy en su crin el jinete incapaz de su grandeza, y empujado al menor de los hermanos, he conjurado el enredo del monte a la sombra, el fusil robado a una luna negra, que pertenece a los sonidos de la madera tirada por bueyes, sangre del río que me refleja cuando soy tiempo de altitud y planicie.

Subo a las sierras, veo la luz de mis hermanos en alto, voy en mano de la noche, toso y toso y toso para disculpar mi aliento infantil, mi calma madre, que ha de llenar de saliva tu entierro. Por un camino sobrado por el polvo han venido los perros a comer, padre, existe el encanto del que ata el árbol a la soga, ¡Mírame! subo para doblarme en la altura, tocar las estrellas sería inútil, cómo llegar luego a la alameda, cómo servirme desde el pozo el agua, que nos reconoce.

Ruedo hacia la fundición, la proximidad en la luz. Mi memoria musical se expande, recorre la tensión. En el pozo asomado, de la ciudad, el sonido de los pasos escucho, la absolución del tiempo que al oído ensordece en un tubo de escape. Canto el chispazo del fuego que cura a martillazos la alta tensión de un mecanismo sin más pie que el del idioma, que el de la nota que suena, que salta grave, que rompe para resistir la lengua.

Ciertamente la música necesita caminar, presentir el espacio donde andar a pie, engrasar la marea con su peso insostenible para que rueden quebrando en su propia combustión las palabras. (…)

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